Reflexiones ante el incendio en Sierra Bermeja

Texto y fotos: Pedro Bohórquez Gutiérrez

En las fotografías que acompañan este texto urgente y apresurado se puede apreciar Sierra Blanquilla (donde el Parque Natural Sierra de Grazalema se une con el de Los Alcornocales, en los límites de las provincias de Cádiz y Málaga) envuelta en la humareda del terrible incendio que asola una parte del Valle del Genal, en contraste con el estado habitual en un día despejado de esta misma, también llamada de Los Pinos (en cuyo costado Sur se asienta Cortes de la Frontera, Málaga), vista desde Ubrique, Cádiz.
Parece como si el fuego estuviera a un paso. Es sobrecogedor. El Valle del Genal, desde que lo descubrí a pie allá por el 82, era para mí uno de los paraísos ocultos de la Serranía de Ronda, tan vinculada cultural y geológicamente a la de Cádiz, hasta el punto de constituir, más allá de deslindes provinciales, una misma comarca natural.
Nunca pude imaginar que pudiera ocurrir lo que está ocurriendo, una catástrofe de estas dimensiones que ya ha costado la vida a un trabajador.
Durante toda la jornada de ayer se oyó el ruido de los hidroaviones surcar el cielo de Ubrique con una frecuencia regular.
Comentan que el fuego ha sido intencionado. Surgió de varios focos, dicen. En julio ya hubo otro incendio en esta zona no por agreste deshabitada sino llena de vida, de una vida cada vez más elegida por sus moradores. Al menos es esa la impresión que he tenido en mis últimas visitas, en contrate con las más remotas en las que los pueblos parecían abocados al abandono y el olvido, tras la sangría de la emigración de los años sesenta y setenta hacía la Costa, Ubrique o Ronda, cuando no a otras regiones y países más prósperos.
Estamos vendidos y en manos de desaprensivos sin escrúpulos.Esto que ahora ocurre en Sierra Bermeja puede ocurrir en cualquier momento o en cualquier lugar de nuestros entornos naturales, esos reductos de la España agreste. Es casi lo más terrible.
Lo más cercano a esto que he vivido, a esta aterradora catástrofe, fue el incendio de Monte Prieto, en el 92, que costó la vida a cinco trabajadores de los retenes y amenazó por unas horas al Pinsapar, pues a punto estuvo de penetrar el fuego en la Reserva Integral del Parque Natural de Grazalema. Yo era corresponsal de un periódico de la provincia de Cádiz y viví de carca lo que comenzó inesperadamente y terminó por convertirse en una pesadilla trágica. No lo he olvidado. Desde entonces (y ya he llovido), siento alivio cuando entra el otoño con sus primeras lluvias. Este año no podrá ser. No respiraré tranquilo porque el daño ya está hecho.
Desde décadas no falto en otoño al Valle del Genal, conozco todos sus pueblos, y hago mi ruta a pie o en coche, o ambas cosas, para disfrutar del espectáculo de la caída de la hoja de los castaños. Tengo grabada mi última visita antes del confinamiento. Son imágenes que te dejan una impresión duradera. Este año también será distinto. ¿Cuánto tiempo tendrá que pasar para que estos parajes vuelvan a recuperar todo el esplendor que siempre, desde la primera vez, nos deslumbró en ellos? No lo verán mis ojos ni los de mi generación. En agosto del 90 recorrí el Genal desde su nacimiento en Igualeja hasta Gaucín, donde se une al Guadiaro, durmiendo al raso. He vivido experiencias inolvidables allí y me duele todo lo que está ocurriendo en la zona por su gente y porque siento este territorio como algo cercano y propio.

Sierra Bermeja, con humo.
Sierra Blanquilla o de Los Pinos, en el Parque Natural Sierra de Grazalema, con humo. La humareda a decenas de kilómetros sirve para dar idea de las dimensiones del incendio.

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Sierra Bermeja, sin humo.
Sierra Blanquilla o de Los Pinos, en el Parque Natural Sierra de Grazalema, sin humo.
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